jueves, 6 de octubre de 2011

una divagación

Recuerdo haber leído que si en cualquier gran ciudad se convoca una manifestación en apoyo al tirano más odioso o al mayor de los criminales, tiene cien mil asistentes asegurados. Sin llegar a esos extremos, es un hecho que ciertos tipos de lo más antipáticos, desagradables, avinagrados, rencorosos ... gozan de un prestigio entre sus seguidores que cuesta entender. Cuesta entender incluso que gente así tenga seguidores. Esos personajes, aunque se muevan en diferentes campos, tienen elementos comunes. Por ejemplo, todos trazan un raya que divide el mundo: o estás conmigo o estás contra mí. Y lo triste es que acaban consiguiéndolo. Son individuos que sólo entienden la vida, la política, las relaciones humanas, como una guerra sin tregua, y necesitan la bronca permanente para sentirse cómodos o con el grado de excitación que su naturaleza les exige. Si desarrollasen su actividad en el ámbito de lo privado -diseñadores, brokers, notarios, novelistas- quizá muchos de ellos serían eficientes profesionales, y todos saldríamos ganando. Pero si se dedican, como suele suceder, a la política, a la comunicación, u ocupan cargos que los mantiene permanentemente expuestos a los focos, entonces mal vamos. Los tipos que viven encabronados necesitan extender y generalizar el encabronamiento. Y hay que entenderlo: es su hábitat natural. Lo grave no es eso, lo grave es que algunos tienen éxito. Y votos. Y poder. Y micrófonos. Y columnas en los periódicos. Incluso alguno hay que tiene como abducido a todo un club de fútbol. Lo que no se permitiría a nadie hacer o decir o insinuar... a esta gente no sólo se le permite sino que se le aplaude y se celebra por muchos como auténticas proezas. Para mí es un misterio. Pudiendo 'premiar' la amabilidad, las buenas maneras, el ceda el paso, la generosidad, el fair play, la elegancia de espíritu como valor moral..., pudiendo favorecer ese tipo de cosas, ¿por qué esa especie de fascinación o de pleitesía ante lo desagradable, tóxico, maleducado, contaminante? Sin embargo, la mayoría -mayoría absoluta- parece que se resigna, nos resignamos, como si se tratara de algo natural e irremediable. ¿O acaso es que nos hacen cierta 'gracia' esos tipos sin los cuales el día a día sería, como mínimo, menos estridente, más despejado y habitable? Tengo que decirlo: a mí no me hacen ninguna gracia. Ninguna. Y no veo ni escucho sus programas, ni leo lo que firman, ni voy nunca a sus mítines, ni entro en sus blogs, ni permito que me quiten el sueño. ¡La vida es bella! O puede serlo. Entonces, ¿por qué perder el tiempo y el buen humor pudiendo disfrutar de goles como el de Baptista (¡de chilena y por la escuadra!), anuncios como el de Intimissimi, tardes de otoño maravillosas, programas como el de anoche en la 2 dedicado a 'la movida'? Seríamos tontos si lo hiciéramos. Y no lo somos. Al menos, no del todo.

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