lunes, 17 de octubre de 2011

mientras duermes

Nada de sustos, ni truculencias al uso, ni efectos especiales que cada vez tienen menos de especial: Mientras duermes es un thriller inquietante hasta pedir auxilio con la mirada. Pero lo más grave es cuando descubres que, sin darte cuenta, te has puesto de parte del psicópata, un hijo de puta redomado que debería llevarse todos los premios al mejor actor. Qué maravilloso mal rato pasamos la noche del sábado, en el cine, con esta historia para no dormir. Películas aparte, es un viejo tema lleno de terrores y pesadillas: ¿qué pasa (o puede pasar) mientras dormimos, mientras alguien duerme? No hay mayor indefensión que la del durmiente. Aunque a algunos -asegura la policía- el sueño les salvó la vida: de haberse despertado de madrugada, cuando los intrusos se movían por la casa, al día siguiente la noticia no hubiera sido el robo en un domicilio sino... algo peor. En consecuencia, si uno se despierta en medio de la noche y oye algún ruido extraño, susurros en la oscuridad, sombras en el pasillo (las sombras también se oyen), ¿qué debe hacer? Yo creo que debe procurar volver a dormirse, y, pase lo que pase, no abrir los ojos; ni siquiera cuando crea percibir en la garganta la presencia o cercanía de un frío afilado. Pero no todo es terror y gritos sordos en la oscuridad. Como yo duermo poco y mal, tengo una considerable experiencia en la materia de que está hecha la vigilia. Mientras ella duerme dulcemente a mi lado, yo me ocupo de imaginar sus sueños; o compongo algún perfecto endecasílabo; o recuerdo momentos de películas (dispongo de bastantes donde elegir); o miro la hora en el radiodespertardor y calculo los años que me quedan de vida; o tengo una fantasía de las que no hay que rendir cuentas a nadie; o me levanto sin hacer ruido, doy una vuelta por la casa, compruebo que todo está en orden, que los chicos duermen, que el frigorífico funciona, que las farolas de la calle siguen encendidas... Todavía me quedan dos horas de reloj para beber un vaso de agua, volverme a la cama, imaginar el final de un relato que dejé a medias, recordar un chiste muy malo que me hizo gracia, esperar despierto a las 6.00 para escuchar las primeras nocicias del día. A veces, incluso me da tiempo para dormir media hora, antes de levantarme y preparar los desayunos. Buenos días.

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