lunes, 23 de abril de 2012

¡por san jorge!

Hoy, 23 de abril, tengo la coartada perfecta para poder exclamar, como lo hacían los virtuosos caballeros cristianos del Rey Arturo, aquello tan bonito de "¡Por San Jorge!" Y ya de paso, debo admitir que me encanta Camelot; incluso dando por hecho y por bueno que entre la Reina Ginebra y Lancelot hubo más que palabras y miradas de afecto. Yo en estos casos siempre me pongo de parte del amor amenazado y, a ser posible, prohibido; o sea, de los amores inconfesables, de los secretos amantes, de l'amour fou, de los finales felices que consiguen cruzar la frontera del Río Grande y ponerse a salvo de los federales y de los maridos vengativos, llenos de furia y de celos. El propio San Jorge era un romántico empedernido que, allá en la Capadocia, puso en riesgo su vida (y acabó perdiéndola, decapitado por el turco) para salvar del dragón a la bella princesa, hija del rey infame que luego ordenaría matarlo, por su bien, para de ese modo ascenderlo a los altares y convertirlo así en motivo de vidriera gótica, en tabla y en lienzo de los grandes museos, en exclamación caballeresca, en el St. George's Day, que traducido al cristiano significa "día del libro." Yo no sé por cuánto tiempo existirá el libro impreso; ignoro pues hasta cuándo habrá librerías y bibliotecas (quiero decir, no online). De momento, me tranquilizo calculando los años que me quedan de vida y de vista (50 años en el peor de los casos); hago números, calculo títulos, velocidad de lectura, bodas, bautizos, entierros; calculo también número de sobrinos, nietos, biznietos, películas irrenunciables, partidos Madrid-Barça, mañanas de abril, madrugadas en blanco, horas perdidas muy gustosamente... Una vez descontado todo eso, me salen limpiamente 50 libros al año, los cuales, multiplicados por 50 años de lúcida lectura (como mínimo, insisto) me dan una pequeña parte, aunque significativa, de los libros que me gustaría leer... este año. Yo confío en que, a pesar de los recortes en la Ciencia, en la Investigación, haya jóvenes científicos que de aquí en 20 años estén a punto de dar con la fórmula que, cuando llegue mi hora, me regale una prórroga de aproximadamente 5.000 libros más leídos, disfrutados, comentados. Tampoco estoy pidiendo tanto: 5.000 libros, 50.000 martinis, 500 millones de sueños y olvidos entre el último instante de luz y el primero de oscuridad. La espada de San Jorge divide el mundo: de una parte las tinieblas y de otra la ilustración, el miedo y la risa, los muslos y el almizcle, el mar y las campanas. Son cosas del momento, del instante, de lo que casi ni existe: materia de un futuro remoto al que yo aspiro, mucho después de los 50 años de lúcida lectura y de martinis que tengo por delante.

3 comentarios:

  1. ¡Qué maravilla, don Luis!
    Yo también me apunto a 50 años más de amistad contigo.

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    1. Si eres quien yo creo que eres,cuenta conmigo para todos esos libros y esos tragos de buena amistad y lujosa conversación. Sea

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  2. Que así sea, vengan esos 50 y compartidos. C.R.

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