jueves, 26 de abril de 2012

no pudo ser

Es la frase que empleamos los futboleros en momentos como los de anoche. O los de anteanoche. 'No pudo ser'. En esas cuatro sílabas está el reconocimiento de que, frente a la razón kantiana y el mérito del esfuerzo calvinista, se acaba imponiendo una especie de destino aciago, de fatum griego que, contra toda lógica, se instala sin remedio en el marcador, como si el resultado estuviese ya escrito con antelación en el vaticinio del oráculo, o algo así, fruto de la caprichosa voluntad de los dioses. Y ante eso, de nada sirven las lamentaciones, de nada la estrategia y el juego desplegado, la justicia, los argumentos. Por eso adoptamos el gesto sombrío y, con expresión abatida o resignada ante la fatalidad, decimos: no-pudo-ser. Sin embargo, al igual que los hombres duros no bailan, los equipos grandes y los aficionados de verdad salen del campo y se van a casa con la cabeza alta y la lección aprendida. Otra-vez-será. Pero, como quien bebe para olvidar, hagamos flash-back. Ya en cuartos de final de la Champions, yo prefiguré una gran final Madrid-Barça, y, muy ufano, proclamé mi apuesta a los cuatro vientos. Por tanto, para esa final del 19 de mayo en el Allianz Arena de Munich (hombre precavido vale por dos) yo tenía cerrada ya la lista de invitados; había elegido con esmero el vino de crianza, el jamón ibérico, el queso curado, la cecina de León, el pan candeal, la pizza barbacoa para los chicos, los dulces suculentos para el postre. Incluso, ay de mí, tenía en mente unas coplillas celebratorias que rimaban "campeón" con "Moët Chandon." Pero ayer, cerca ya de la media noche, todo cambió de pronto a golpe de infortunio. Un balón que se va a las nubes. Unas manos a la cabeza. Un gesto de incredulidad. El aprendizaje del dolor de mis hijos. Una reunión -19 de mayo, 20.30 h-, que queda anulada sin palabras. Pero el año próximo, que nadie lo dude, estaremos ahí, aquí, esperanzados y orgullosos -no arrogantes, no soberbios-, con las copas de buen vino y el queso y el pan sobre la mesa baja, frente al televisor. El fútbol es, efectivamente, "una disculpa para ser felices", y además, una disculpa maravillosa, lo juro. Pero también es una actividad extra escolar que nos enseña (si no nos volvemos tontos de remate) a sacarle partido... incluso a la derrota. De la victoria -a la que algunos estamos tan acostumbrados desde niños- no hace falta ni hablar; se celebra y punto. Pero, en fin, como hoy es jueves y el cielo está nublado aquí, en Madrid, voy a dedicar este post a mis hijos -Luis e Ignacio- que tienen el corazón tan blanco. No pudo ser, chicos, pero otra vez será.

1 comentario:

  1. ¿Por qué no celebrar lo que no puedo ser? Yo no perdería esa oportunidad del 19 de mayo. La vida ofrece más días aciagos, anoche, que felices. Además, en ese día, y como consolación -un poco pobre es verdad- el sufrimiento será para los seguidores de los equipos finalistas. Vosotros a disfrutar del panem et circensis (por cierto, no sé si está bien declinado).

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