jueves, 12 de abril de 2012

por alegrías

Hace dos semanas leí que "hoy ser un héroe o santo laico consiste en promulgar el optimismo y la alegría de vivir como la única salvación personal." Y poco después decía que "cuando todo parece venirse abajo, un héroe realmente actual debería levantarse cada mañana dispuesto a anunciar la inmensa suerte que tenemos de estar vivos." No hace falta decir a estas alturas que yo no soy ningún héroe ni aspiro a serlo -más bien lo contrario-, pero intento aquí no dejarme llevar por ese estado de malestar tan contagioso (sobran los motivos) que se propaga como un virus informático. Y conste que no me resulta fácil. Muchos días, tras oír las noticias en el desayuno, mandaría directamente no digo a dónde al Señor Presidente del Gobierno, al Jefe de la Oposición, a la Banca en pleno (el eslogan "la Banca al banquillo" lo tiene todo para triunfar en el aniversario del 15-M), a los Consejos de Administración (180.000 € por asistir a doce reuniones /año) de las principales empresa y corporaciones, a Bruselas (y lo siento por mi querido Jacques Brell), y muy especialmente a los Mercados, esos bandidos para los que habría que instalar cada lunes, como soñaba el gran don Ramón María del Valle-Inclán, la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol. Pero no quiero ponerme este jueves demasiado jacobino, y menos a la hora del martini; ya sabemos que "donde estés, y a la hora que estés, un martini te invita a vivir." Lo admito, no puedo ocultar que ésta ha sido una hábil maniobra para volver al principio del post y retomarlo con cierto estilo. Una buena amiga y seguidora de este blog se encuentra de baja a causa de una "vasculitis aguda" que ayer me explicó por teléfono con su voz tan personal y su atractiva prosodia. Entre otras cosas lúcidas, me transmitió las palabras de un médico amigo suyo, una opinión autorizada. En síntesis, lo que éste le dijo a mi amiga fue algo así como: "Mira, querida, no deberíamos quejarnos, porque, tenemos tantas cosas en el cuerpo que pueden dejar de funcionar en cualquier momento..." Y, mientras ella me lo contaba por teléfono, no pude evitar acordarme de Enrique Morente el grande, el más grande, cuando decía aquello de "estamos vivos de milagro." Y tanto que sí. Porque a la menor ocasión se entera uno de que "...y de pronto, no estaba el pájaro en la rama." Bueno, vale, bien. Tengo la sensación de haber dicho o intentado decir aquí más cosas de las que soy capaz de enumerar del uno al tres, del nueve al nuevo, de la sota al rey, del alejandrino modernista al hexámetro griego. Todo, pues, queda dicho o a medio decir. ¿Qué tal si lo dejamos para mañana?



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