lunes, 23 de enero de 2012

un segundo

Resulta que hay un segundo por ahí bailando entre el ser o el no ser. Leo -no es broma- que cerca de 700 expertos de 70 países se han reunido en Ginebra para decidir qué hacer con ese segundo excedente que es preciso ajustar cada varios años para que el tiempo atómico y el astronómico coincidan. Al parecer, la Tierra gira cada vez más despacio sobre su eje, "como una peonza", y por ello hay que corregir ese desfase, ese segundo 'bisiesto', para que todo vaya como un reloj en los telescopios espaciales, en el sistema GPS, en numerosos programas y aplicaciones. Pero corregirlo a mano, uno a uno, es costoso, y por eso algunos países como EE.UU. son partidarios de eliminarlo sin más, y aquí paz y después gloria. Gente sin escrúpulos. Gente que no conoce el matiz. Cargarse de un plumazo el 'segundo intercalar' es propio de mentes sin sutileza, puede que pragmáticas, sí, pero de brocha gorda. Un segundo es del todo irrenunciable. En un segundo caben muy a gusto no menos de una docena de récords mundiales de atletismo. Por un segundo se cierran las puertas del metro y perdemos ese tren que nos llevaría muy lejos; el siguiente viene con retraso y ya será tarde para llegar a tiempo. En un segundo se produce una chispa en el cerebro que alumbra una idea que arrojará luz sobre la oscuridad, haciendo así visible lo que era invisible. Un segundo de miradas coincidentes en el momento preciso puede dar lugar a 50 años de felicidad compartida y unos cuantos nietos (o no). Un segundo es la diferencia insalvable que se interpone a veces entre el mirar a destiempo y el ver lo que acaba literalmente de ocurrir. Un segundo acoge en su interior una locución de cinco o seis fonemas: "si tú me dices ven". En un segundo se toman decisiones que evitan un accidente, corrigen sobre la marcha un itinerario, cambian el curso de los acontecimientos. En un segundo de distracción se envía un e-mail a la persona equivocada... que resultará un acierto insospechado. Durante cien centésimas, durante mil milisegundos permanecemos en la cúspide de un éxtasis que explosiona como una supernova en la bóveda del cráneo. En fin, no soy ningún fanático de la precisión atómica en las mediciones, pero no me parece que se deba despreciar ni un solo segundo de esta vida, aunque sea un segundo cada no sé cuántos años.

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