viernes, 20 de enero de 2012
así es la vida
Una amiga -aquella cuya voz y manera de hablar es 'imitada' por la periodista María Guerra- me pidió que la tuviese al corriente de las posibles novedades en la relación recién descubierta entre Roger y Anita, la pareja que surgió del parque en medio del otoño (ver los posts de los días 4 y 7 de noviembre). Les atribuí esos nombres artísticos por el dálmata que sacaba ella a pasear y por la historia que surgió entre esta y el apuesto dueño de dos cokers que se cruzó en su camino una alegre mañana con vistas al futuro. Pues bien, siento tener que decirle a mi amiga y a los demás interesados que la encantadora pareja no ha vuelto a aparecer por el parque. No al menos a primera hora de la mañana, coincidiendo conmigo. Y es una lástima, porque, además de ser tal para cual, ponían una nota de glamour y estilo en nuestro parque de barrio, tan escaso en ese aspecto. Aunque una mañana, no hace mucho, oí a una joven de veintitantos que levantó la voz para llamar a sus dos perros por sus respectivos nombres, y estos eran (lo juro) Hacker y Broker. Ante alguien que hace gala de semejante naming, es imposible no echarle un vistazo. Ella también parecía de importación, como quien viene de La Moraleja o de Aravaca y ha caído aquí por pura casualidad.Tenía un aire muy fashion (no sé si victim) y, por aquello de las afinidades, me acordé inevitablemente de Roger y Anita. De haber coincido, se hubieran hecho amigos de inmediato, y entre ellos todo sería como muy happy, con esa confianza que dan las primeras marcas, de Ralph Laurent para arriba. ¿Qué habrá sido de aquella pareja tan prometedora de felicidad y viajes de placer? Prefiero creer que irán con sus perros a otro parque, o quizá estén viviendo en Londres, por trabajo, o en un chalet en El Escorial, junto al campo de golf de La Herrería. Sea como fuere, les deseo lo mejor. Y más ahora que Lavinia ha fallecido en Downton Abbey a causa de la llamada 'gripe española', y Matthew, roto de dolor y de mala conciencia, ha rechazado la idea de unir su destino a Mary, precipitando así la boda de esta (salvo sorpresa) con quien no desea casarse. Y lo peor de todo es que el próximo miércoles será el último capítulo de la serie. ¿Qué vamos a hacer en adelante sin los Grantham y su mundo, sin el señor Carson y los de abajo, sin la bella Sybil, que deja Downton Abbey para establecerse en Dublín con su amor plebeyo, el apuesto chauffeur de la casa? La vida es dura.
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