miércoles, 4 de enero de 2012

deseados

Estos días, los bloques de anuncios en televisión son prácticamente un catálogo de perfumes. Es como si casi todos los anunciantes de otros sectores se hubiesen retirado para ceder el paso y rendir culto a sus majestades los reyes del perfume. El número de marcas o referencias en este sector ha crecido hasta saturar la pantalla en la franja horaria de mayor audiencia. Las estrellas prestan su imagen a un perfume determinado: Charlize Theron a J'adore, de Dior; Scarlett Johansson es la musa de Dolce & Gabbana; Keira Knightley es Coco, de Channel; Natalie Portman, Miss Dior Chérie; Orlando Bloom sonríe para Hugo Boss, etc. Otras y otros crean sus propias fragancias o les ceden su nombre además de su imagen: Banderas, Shakira, Beyoncé... Sin excepción alguna, todos esos anuncios venden una misma cosa con ligeras variantes: deseo. El perfume como elemento desencadenante de un erotismo irresistible que suscita un deseo avasallador. Algo así. De manera que, por poner solo un ejemplo, unas gotas de Eau de Toilette Boss te 'transfieren' de algún modo el salvaje atractivo sexual de su prescriptor, el deseado Jonathan Rhys Meyers. En algún lugar de nuestros sueños o de nuestro subconsciente (o no tan sub) se nos plantea un dilema: ¿quién quiero 'ser' por una noche: Clive Owen, Cayetano Ordóñez, el marinero de J.P. Gaultier, el guapo chico solitario de Massimo Dutti que escucha a Antony and the Johnsons? Claro que ningún hombre ha sido tan deseado y envidiado como Jacks, el de busco a Jacks. Por cierto, hace mucho tiempo que no aparece en la tele la chica de la moto y del escote que lo buscaba denodadamente cada noche durante años. ¿Qué habrá sido de ella? ¿Lo habrá encontrado al fin? Pero Jacks nunca apareció en la pantalla. Y es lógico que así sea, porque Jacks, como el halcón maltés que todos codiciaban, está hecho de la materia con que se hacen los sueños.

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