jueves, 14 de abril de 2011

telemarketing

 Los teléfonos están que echan humo. Mientras casi todos los sectores de la comunicación acusan los efectos de la crisis, el marketing teléfonico vive momentos de esplendor. O al menos de incesante actividad. A mi domicilio llegan a diario no sé cuántas llamadas ofreciéndome unas promociones en vedad alucinantes, ofertas que dan vértigo, oportunidades que estaría uno loco si no las aprovechara. Y además tengo mucha suerte, debo decirlo, porque no pocas de esas llamadas se producen tras unos sorteos en los que, sin yo saberlo ni haber hecho nada por partcipar en ellos (son los mejores, como el Premio de la Crítica), resulto ganador una y otra vez. Y es que el que tiene baraka... A día de hoy llevo acumuladas no menos de cincuenta noches de hotel en Península y Baleares para mí y para mi familia. En lo referente a descuentos escandalosos en peluquería, masajes, manicura, belleza, spa... he perdido la cuenta. Creo que incluso también tengo en multipropiedad algún apartamento en Torrevieja. Pero, ojo, todo eso no se consigue así como así: hay que ganárselo a base buenas maneras, simpatía, ser buen conversador, no mostrar síntomas de prisa o incomodidad... Vamos a ver, y no es por presumir: a mí las teleoperadoras me adoran. Y tienen sus motivos, porque, salvo esos días (pocos) que me levanto revirado y desde primera hora me propongo ser el borde más borde de la Humanidad, salvo esos días, digo, soy lo que toda teleoperadora sueña: un caballero educado, atento, amable, receptivo; no adopto una actitud mecánica, ni almibarada, ni obsequiosa; al contrario, busco el punto de equidistancia entre el crédulo mirlo blanco consumista y el responsable marido enamorado y ejemplar padre de familia (y ahí mi modelo es y será siempre Atticus Finch -Gregory Peck- en Matar un ruiseñor). Pero, claro, a ese nivel de confianza sólo se llega en ocasiones, cuando hay química y la conversación se extiende más allá de lo estrictamente profesional, y se abren perspectivas humanas insospechadas. Conclusión: más allá de persuadir, de vender y conseguir objetivos, todo el mundo tiene (tenemos) necesidad de hablar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario