jueves, 7 de abril de 2011

momentos, personas...

Es verdad que un verso lleva a otro verso y una pregunta a otra pregunta. Dice Marguerite Duras: "Pudo haber existido, pudo haberse hecho una fotografía... Pero no existe. (...) Sólo hubiera podido hacerse  de haber presentido la importancia de ese suceso en mi vida... Por eso, esa imagen... no existe." Poco antes nos ha aclarado el motivo de esa fotografía no hecha: "El objeto era demasiado insignificante para provocarla." Cuántas veces nos hemos preguntado por esos momentos y personas que han acabado ocupando un lugar en nuestra vida, en nuestra memoria, pero de los que no conservamos foto ninguna, ni carta, ni testimonio que acredite su existencia en ese preciso momento... en aquella época. Momentos de esplendor en la hierba, es cierto, pero también (y quizá por lo mismo) de dolor; momentos que tuvieron lugar, sí, pero que, vistos ahora desde aquí, casi que no sucedieron, no cristalizaron. Personas que nos llenaron de luz por unas horas, días, minutos; fugaces amistades; amores de una noche de verano (aunque no por ello menos amores); tardes de octubre y de abril; cosas que resplandecieron. Y sin embargo nada queda de ello, salvo la memoria, la mala memoria. Y a veces ni eso. ¿Cómo es posible -me pregunto a menudo- que no haya quedado ni sombra ni dibujo de todo aquello que fue? ¡Una foto!, me conformaría con una simple foto, con algo que atestiguara que, efectivamente, aquello sucedió y fue así, así. No podemos negarlo: duelen las pérdidas; incluso a veces, en  la oscuridad de la noche, arden. Claro que, volviendo a esas fotografías que no llegaron a ser, cabe preguntarse si su inexistencia no será, después de todo, un acierto involuntario, algo así como un poco de nada paliativo, el diseño inteligente del anestesista mayor del reino. No lo sé. Tengo mis dudas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario