viernes, 1 de abril de 2011

corre, corre, caballito...

El 1 de abril siempre es un día joven y cargado de expectativas. Y si además cae en viernes es perfecto para conocer a alguien, o pasear por Rosales, o ver una película de esas que hacen milagros y a la salida estás 20 años más joven, como mínimo. Claro que, entretanto, también puede uno dar un paseo por la memoria de sus amores de película, que, como sabemos, son para toda la vida. Yo fui precoz en esto. No puedo precisar el año ni la fecha en que vi por vez primera Un rayo de luz, pero esa tarde caí perdidamente enamorado, como tantos otros, de Marisol. "Corre, corre, caballito..." Y vaya si ha corrido el caballito. Ya en la adolescencia vi en una película en la tele a una mujer muy hermosa que miraba de un modo ante el que sólo cabía la rendición sin condiciones. "¿Son cañonazos... o los latidos de mi corazón?" Esa misma noche le declaré amor eterno a Ingrid Bergman en Casablanca. Lo que no podía yo imaginar es que en algún momento se me aparecería un ser de otro mundo llamado Greta Lovisa Gustafsson. O sea, la divina Garbo. Como tú me deseas, El velo pintado, Ana Karenina, Christina de Suecia,  Margarita Gautier, y cómo no, Ninotchka ("¡Garbo ríe!"). Pero mi naturaleza es infiel (aunque leal hasta la muerte, lo juro) incluso con Greta Garbo. Las piernas de la cabaretera Lola-Lola, en El ángel azul, me desvelaron no pocas noches. Y aparte de Gilda en los casinos de Montevideo, Gene Tirney  nunca estuvo tan bella y perturbadora como en la escena de la barra del bar en El embrujo de Shanghai. Hasta que llegó Ava Gardner y dijo: manos arriba, chico, esto es un atraco. Y me dejé atracar. Lo admito: Ava y yo todavía mantenemos relaciones ocasionales, cosas de viejos amigos. Hubo otras, claro está, Julie Christie, Anouk Aimée, Romy Scheneider... Con Jacqueline Bisset también tuve mis noches americanas, aunque fue una relación más contemplativa que otra cosa. Pero hace ya años que senté la cabeza en el patio de butacas y le soy fiel, casi siempre, a Rachel Weisz. Al fin, creo haber encontrado a la protagonista de mis sueños. Y de mi vida.

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