miércoles, 6 de abril de 2011

color butano

¿Cuántos malos chistes se han hecho en España con la figura del "butanero"? Bueno, pues las cosas han cambiado: por lo que he visto esta mañana, para el reparto de la tradicional bombona ya no va un buen mozo solo sino que lo acompaña un segundo chicarrón. Lo que desconozco es si a las casas suben los dos... o uno se queda esperando abajo. Si esta medida se ha generalizado, cosa que ignoro, se trataría de una decisión "prudente" por parte de Repsol Butano (líder indiscutible en el sector y absolutamente top of mind), aunque sería una cuestión más de imagen que otra cosa. Y es que durante un tiempo, la leyenda del butanero polaco (joven, rubio, fuerte) alcanzó tales cotas de popularidad y cachondeo generalizado que no pocos hogares españoles (clase media-media y media-baja) se pasaron preventivamente al gas natural o la energía eléctrica, más que nada para evitar especulaciones gratuitas y comentarios de mal gusto. Dicho esto, yo siempre he creído que la leyenda sexual del butanero es un puro invento machista de barra de bar o de partida de dominó y copa de Soberano. Pero, claro, cuando eso crece y crece, un año y otro, década tras década, y ya no hay quien pare esa bola tan ominosa como injusta... ¿qué puede hacer la Compañía? Pues todo lo más ponerle un compañero blanco al fornido repartidor subsahariano. Más que nada para evitar encuentros a solas en la cocina, estancias prolongadas con cervecita de cortesía, etc. Ahora bien, esta sensata medida de la pareja de repartidores (si se confirma, insisto) tampoco estaría exenta de riesgos. Nadie ignora que vivimos tiempos revueltos, incluso promiscuos, y que ya la gente no se conforma con hacer o imaginar cualquier cosita sencilla, como toda la vida; no, ahora gozan de una gran capacidad de seducción a todos los niveles los números impares, las ofertas 2x1, el cine en 3D... En fin, que la vida es dura, la crisis lleva al ahorro, el ahorro a la severa austeridad. Y de ahí se pasa a la triste cuaresma de cuerpo y espíritu. Y en estos casos, la carne es aún más débil y la imaginación... el doble de atrevida. Lo dejo aquí. No vaya a ser que, sin pretenderlo, mis palabras den alas a la fantasía.

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