viernes, 10 de diciembre de 2010

fantasía de viernes

Te beso por sorpresa y por detrás. En el cuello, en la nuca... Ello provoca en ti un pequeño estremecimiento, una leve sacudida o corrimiento de tierras apenas perceptible. Inicio ahora un camino descendente de besos por tu espalda. Me desvío hacia las dunas a la altura de tu cadera. Me demoro en el trazo ondulado de la curva. Reemprendo el viaje. Me introduzco a ciegas por el túnel que horada la cordillera de los glúteos cruzando el tragaluz. Aparezco del otro lado, emergiendo entre la cara interna de tus muslos... Te recorren ahora mis labios y mi lengua como un tren que hace de tu cuerpo el territorio de sus viajes. Hago un alto en el camino antes de visitar ese oasis fragante, allí donde le esperan al viajero la rica miel y el agua fresca del aljibe. Y allí es donde te contemplo en silencio, mientras permaneces tendida en la jaima, desnuda... con los ojos vendados. Adivina quién soy. ¿Quién crees que puedo ser? Soy el atardecer del viernes. ¿Eres tú, acaso, la madrugada del sábado?

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