lunes, 13 de diciembre de 2010

brindemos por la vida

Es bien sabido desde los tiempos de Oscar Wilde que la naturaleza imita al arte. Pero también es un hecho probado que la vida imita al cine. Y a veces incluso a la ópera. Son esos momentos en que parece como si hubiese un guionista decidiendo qué escena viene ahora y qué diálogo a continuación. ¿Quién no ha visto llover alguna vez en su vida como en la escena en que Audrey Hepburn busca desconsolada a su gatito en Desayuno con diamantes? ¿Quién no ha sentido la presencia de una sombra agigantándose en la noche como las amenazantes sombras de El tercer hombre? ¿Quién no ha percibido, mientras paseaba con ella  por un bulevar en primavera, que su vida entraba de pronto en un musical de Broadway y de un momento a otro iba a sonar Cole Porter? El que esté libre de pecado y fantasía... que se calle. Pero es verdad que hay momentos en que la vida es (o parece que es) como debería ser: una comedia romántica, un musical, un  baile interminable, una fiesta  en la que nadie envejece... O al menos nadie envejece mal. Y esas cosas improbables a veces pasan. De pronto, entras en un bar, en un café de toda la vida, y sucede que... Pincha aquí, sube el sonido en tu ordenador, y verás lo que sucede:
 http://www.youtube.com/watch_popup?v=NLjuGPBusxs&vq=medium

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