lunes, 20 de diciembre de 2010

arroz al champagne


En Esencia de mujer, Al Pacino, ciego y excéntrico, conduce un Ferrari por las calles de Manhattan con la sola ayuda de las indicaciones de un joven aterrorizado. Algo así he decidido hacer uno de estos días: perder el miedo a mis limitaciones y lanzarme sin red a un mundo ignoto para mí. Me explico. Yo, en materia culinaria (aunque no solo en ella), aparte de los espárragos de Caparroso (ribera navarra), que me salen de chuparse dedos, soy bastante discreto, digámoslo así. Pero he decidido que ya vale de actitudes timoratas que a nada conducen. En mi casa están un tanto inquietos desde que ayer, durante la comida, dije, más o menos: "no está escrito el día ni la hora, pero que sepáis que, más temprano que tarde, me voy a meter en la cocina y os  voy a hacer un arroz al champagne... con trufa." Mis hijos pensaron que estaba de coña, claro, y se rieron no poco; sin embargo mi mujer, que es muy larga y conoce bien mis interpretaciones, se barruntó la gravedad del asunto ante el tono y la determinación de mi actitud. Naturalmente, tengo todas las cartas para que resulte un desastre sin paliativos; ahora bien, como suene la flauta... me convierto en un ser legendario para mi familia y alrededores: pasar de la nada al todo de una sola vez. Eso sí: en el caso de que los  dioses consintieran algo tan improbable, no volvería a intentarlo en los próximos 20 años. Y que la leyenda crezca y crezca, como un soufflé. Se admiten consejos culinarios para que el naufragio no resulte del todo ignominioso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario