jueves, 9 de febrero de 2012

la nieve y el fuego

A una hora incierta de la madrugada he oído en la radio que la ola de 'frío siberiano' que recorre Europa produce situaciones sorprendentes, como la del volcán Etna, en Sicilia, todo él cubierto de nieve. Pero esa blancura tan apacible del exterior contrasta con lo que está ocurriendo en sus entrañas: el Etna ha entrado en erupción. O sea, guerra y paz. A menudo asistimos a esas aparentes contradicciones o paradojas. Una imagen bucólica, una casita en el campo rodeada de abedules, con su columpio, su mecedora en el porche, la yegua en el establo, la dulce vida y el sosiego que emana de todo ello... no es sino la engañosa fachada de un infierno frío a punto de estallar en el alma atormentada de un hombre bueno, abstemio y temeroso de Dios que lee la Biblia cada noche junto al fuego. De acuerdo, todos hemos visto mucho cine nórdico. Pero también Coppola, tan lejos de Suecia, contaba como nadie la dulzura y el espanto, la cólera y el baile, en montaje paralelo, durante una alegre boda familiar o mientras asistimos a la representación de una ópera en Palermo. Y hablando de cine, cómo no recordar la belleza y la emoción que transmitían aquellos niños rubios y adolescentes de mirada azul, uniformados, cantando una mañana luminosa himnos ilusionantes que hablaban de poesía, de esperanza, de la blanca flor del edelweiss, de la gloriosa patria alemana... en la genial Cabaret. También está la calma que precede a la tormenta. Y el silencio que ocurre tras la detonación. El tormento y el éxtasis conviven de un modo sorprendente, como la nieve y la lava en el Etna. Y a veces parecen la misma cosa, sólo que con un cuarto de hora de diferencia. El ángel y el diablo, inevitablemente. Tengo escrito por ahí algún poema que habla de eso; el primer verso dice: "un ángel es un diablo que aún no se ha corrompido." Bueno, también a veces pienso cosas más animadas. Por ejemplo: siempre que llueve, escampa.

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