jueves, 2 de febrero de 2012

frío

Hoy me ha despertado la radio con la noticia de que en Polonia los termómetros marcaban 30º bajo cero. No está mal. Yo lo interpreto como una venganza efímera -lástima- contra el cambio climático y el desastroso calentamiento del planeta. Cada vez que oigo -rara vez- que un frío siberiano recorre Europa, pienso con alivio   momentáneo en el pequeño retraso que va a producirse en el deshielo de los glaciares. Una pequeña victoria frente a la barbarie. Y sé que mis amigos de toda la vida, ya sean del norte o del sur, de izquierdas o de derechas, van a estar de acuerdo conmigo en algo tan irrenunciable como es la memoria. Cuando yo era niño (hace mil años), en los pueblos de Castilla cada invierno se congelaban las cañerías, y volvíamos al colegio de las monjas no solo con los regalos de Reyes sino con una habilidad nueva para patinar por los charcos congelados de primeros de enero. De ahí nos vine a los chicos de mi pueblo y de mi generación esa tendencia hacia el patinaje artístico. La meseta castellana y Austria tienen mucho más que ver de lo que se imaginan. Innsbruck y Valladolid deberían estar hermanadas para siempre. Pero el frío de esta mañana era en extremo agradable. Camino del colegio, mi hijo Ignacio me dice, sorprendido: "mira, están congelados los charcos." Yo aprovecho el viaje y le respondo: "cuando yo tenía tu edad, todos éramos patinadores artísticos." Los ojos de Ignacio se abren como antes se abrieron los ojos inteligentes (inteligentísimos) de Luis, y me interrogan sobre esos fríos, esos hielos, esos patinadores. Es entonces cuando no me arrepiento de ser padre. Pero, bien, ¿qué hacemos con el frío? ¿Qué con las manoplas y la bufanda, el tapabocas, el pasamontañas? Mientras esto escribo pienso en ellos y en la mujer que amo.

2 comentarios:

  1. Si, bonita definición del frío y del frío-infancia. Yo que soy de Castilla La Mancha (extremo frío y extremo calor), recuerdo de niña que mi madre echaba por la noche los garbanzos a remojo y por la mañana estaban congelados, imagínate el frío y esto dentro de la casa; mientras mi madre no encendía la chimenea no podíamos levantarnos para ir al colegio.
    El final de tu blog es el reconocimiento de dos hijos con curiosidad y capacidad de sorprenderse y de un hombre enamorado, con gusto para decirlo.
    Besos C.R.

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  2. Querida CR, ¿para cuándo un buen cocido?

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