lunes, 27 de febrero de 2012

gioconda

El pasado jueves, tras disfrutar de los tesoros del Hermitage en el Prado, mi mujer y yo nos acercamos a la sala 49, donde se muestra la copia restaurada de La Gioconda. Al parecer, fue pintada simultáneamente por un discípulo de la máxima confianza de Leonardo, digamos que 'en paralelo' y siguiendo paso a paso todo cuanto el maestro da Vinci iba haciendo o deshaciendo en el retrato de Mona Lisa. Dos días después, leo una reflexión de Boris Izaguirre -en su sección de los sábados en El País, La paradoja y el estilo- que me resulta atractiva. Boris elogia el "magnífico duplicado" de La Gioconda y dice que fue pintado "en una especie de ensayo en el que probar y errar para conseguir la inmortalidad" con el original. Y añade: "¡Qué suerte sería imitar esta técnica en tantas ocasiones de nuestra vida!" No puedo estar más de acuerdo: para cada examen, viaje, decisión, para cada elección, renuncia o apuesta en la vida, disponer del recurso 'prueba-error', y no tener que jugárnosla cada vez a una sola carta. Voy más lejos. Cada uno de nosotros debería disponer de una réplica idéntica, de una especie de alter ego al que poder endosar errores y pecados, culpas y vicios, para de ese modo quedar siempre limpios de polvo y paja, valga la expresión. Sería perfecto. Algo así como tener un 'negro' que se comiera todos los marrones. Es lo que se entiende por reparto del trabajo. Él se pasaría las noches enteras tratando de escribir ese poema definitivo con el que cualquier autor entraría en los libros de 2º de bachillerato; yo llegaría a casa ya amanecido, sin prisa, oliéndome las manos y tarareando canciones de amor. A él le harían las endodoncias y las colonoscopias; a mí los recibimientos y los homenajes. Él trabajaría sin desmayo en la hermenéutica de T.S. Eliot; yo celebraría con dry martinis en Del Diego mis éxitos más recientes. En fin, que él se ocuparía de preparar con mis hijos los próximos exámenes, darles la cena y velar sus sueños; entretanto, yo asistiría a Follies en el Español (+ cena + copas) con mi mujer y algunos amigos íntimos. Ver amanecer desde algunas terrazas o azoteas de Madrid puede ser una experiencia para no olvidar. Después, paseo, café solo caliente, periódico del día... A las 10.00 abren el Museo del Prado. ¿Quién se resiste a una visita?

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