jueves, 3 de febrero de 2011

los domadores de las hadas

Lamentaba ayer aquí algunas pérdidas acumuladas a lo largo del tiempo; en particular la de un poema muy concreto, y es verdad que muy trabajado. En él tenía un lugar preferente, recuerdo, la mirada triunfal, intensa y bien erótica que Marlene Dietrich (Catalina de Rusia) le dirige en la película a su atractivo amante y capitán enamorado al entrar al frente de la caballería cosaca en el salón del trono: una escena llena de furia y ruido, con antorchas en la noche, el resonar de los cascos en las losas, brillos, sombras, alucinación, expresionismo. De todo eso (y más, supongo) hablaba o pretendía hablar el poema perdido. Una lástima, sí, pero la poesía desaparece y vuelve a aparecer donde menos se la espera: en un artículo sobre economía, en un anuncio sin palabras, en el olor de la gasolina, en el prospecto de un fármaco, en la zona de nadie que hay entre dos sueños (dice Samuel Beckett que "la vida es un caos entre dos silencios"), en el rojo arañazo de una lujuria impaciente, en algunas cosas que surgen a destiempo, en esa maleta que su dueño deja pasar de largo, o en esa "luna despistada, rompiendo el cielo sucio un lunes a las diez de la mañana..." Claro que la poesía también puede surgir, a veces, en medio de un poema. Por ejemplo: "Se apoderan ahora  los domadores de las hadas." Su autor es un poeta delgado con el que se puede hablar, reír, mirar, callar. Su nombre: Luis Santana. De modo que lo que se nos va... no tiene nada que hacer, en comparación con lo que se nos viene. Al menos por ahora. Pero, por si acaso, abramos bien los ojos, los oídos... y cultivemos el lema de Juan Ramón: "amor y poesía, cada día."

No hay comentarios:

Publicar un comentario