lunes, 5 de noviembre de 2012

que para saber cantar

El viernes pasado, en una cena entre amigos (entiéndase el genérico como amigas y amigos), alguien de fiar elogió muchísimo la obra del escritor Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956), para mí un desconocido del que solo sabía lo leído esa mañana en la entrevista publicada en El País. En ella, Cartarescu dice cosas como esta: "Yo creo que todos somos andróginos, todos somos bisexuales, aunque solo sea mentalmente." Al leerlo tuve la reconfortante sensación de que alguien, a miles de kilómetros, confirmaba mi sospecha mantenida no del todo en secreto durante años. Y añade nuestro amigo rumano: "Todos los hombres llevamos dentro una hermana reprimida, y todas las mujeres a un hermano reprimido, y yo muchas veces he sentido que tenía que liberarla de mí y darle voz." Leerlo y salirme un pareado fue todo uno: "Mircea querido, / yo también lo he sentido." Después de todo, entre 'hembra' y 'hombre' hay mucho en común; pero también es cierto que las diferencias fonéticas y anatómicas, entre otras, son significativas, favorecen la biodiversidad, facilitan la gustosa convivencia, hacen posible en este mundo loco la alegría de "vivir en los pronombres." Nos pasamos la vida (sin saberlo, casi siempre) queriendo salir de quienes somos para entrar en quien no nacimos, aunque por poco. Tengo clarísimo que por un pelo no nací sueca en Malmoe, o austrohúngaro en el exilio, o esclavo en Alabama, o Niña Chole en el Yucatán. Pero sé también que el hombre macho que soy (bromas aparte) tiene momentos y gustos de mujer. La verdad, no me inquieta ese punto mío femenino que de vez en cuando asoma; al contrario: me alegra la sonrisa de hombre irremediable, y también esa hermana que al parecer sale conmigo en secreto de copas. Está claro que ella es la mujer que no fui... hace ya tantos años. Mujeres... hombres. Si bebemos y reímos, si nos desembarazamos de tantas cosas tontas, y hablamos y bromeamos y nos queremos un rato... El plural masculino, el genérico, no dura un suspiro, no soporta un beso grande y fuerte y alto entre la mujer que quisieras querer y el hombre que la besa durante 45" de amor sin palabras. Bueno, bien, dejémoslo. Es verdad que somos mitad ángel, mitad arcángel, mitad risa, mitad dolor. Y "como dijo Salomón, / y eso le salió muy bien, / que para saber cantar /basta con saber querer." Aunque no sea verdad.

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