lunes, 19 de noviembre de 2012

demuestra que no eres un robot

Esa es la frase que aparece cada vez que intento dejar un mensaje en algún blog. Y aparece, como todo el mundo sabe, junto a dos dígitos y varias letras borrachas que nada significan, o eso creemos. En mi ignorancia, me pregunto qué se pretende evitar con ese tonto trámite. ¿Acaso piensan los de Blogspot, o quienes sean, que si yo fuese un robot iba a tener por ello la menor dificultad en reproducir en un milisegundo media docena de letras? Al contrario: como no soy un robot (o si lo soy, pertenezco a un modelo de lo más rudimentario y que dejó de fabricarse hace décadas), a veces tengo dificultades para discernir si, dada la deformación tipográfica y el desenfoque, se trata de una hache o de una be minúsculas, o si estamos realmente ante una eme o ante una ene precedida de una erre (o sea, rn). Bien. Suficiente. A lo que voy. Si yo fuera ese artefacto de última generación, un replicante diseñado en Silicon Valley para un futuro pluscuamperfecto (y reproducido en Taiwan para el mercado low cost), con billones de circuitos integrados bajo el cráneo, capacitado por tanto para realizar cálculos infinitesimales, generar creatividades vertiginosas, albergar pensamientos cuánticos, soñar, reír, amar mucho más allá de lo imaginable... Quiero decir que si yo fuera en verdad ese robot, esa máquina antropomórfica capaz de repentizar endecasílabos de fósforo y titanio en medio de la noche, transformar al hombre que aparento ser en vampiro o en arcángel, alterar la trayectoria o el destino de de una copa que cae, sentir y compartir orgasmos semejantes a las explosiones de las supernovas, conseguir que los olvidos regresaran a la memoria... como si los amores imposibles nos dieran una segunda oportunidad. Está claro que si  yo fuese ese robot, esa industria,  mis comentarios escritos serían infinitamente más inteligentes, interesantes, interestelares. Con lo cual, los blogs comentados ganarían en prestigio, y con ello en lectores, en seguidores, en anunciantes. Lo triste del caso es que, en efecto, yo no soy, y bien que lo siento, el aparato que pretenden evitar. Y ese malentendido es el principio de todos los males, de todos los errores. Una vez escribí: "qué hermoso hubiera sido todo aquello que nunca sucedió." Es posible que siga siéndolo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario