viernes, 16 de noviembre de 2012

paraísos artificiales

Qué mundo el de los olores fuertes de los productos de limpieza, el de la química doméstica y narcotizante. Una buena inhalación de amoniaco puro puede hacernos ver las estrellas de nuestro interior laboratorio. El alcohol de quemar es más agudo y penetrante que el golpe de gasolina que aspiramos, pistola en mano, en el surtidor. La lejía es algo repugnante para mí, pero a todo se acostumbra uno. Sin embargo, el olor más sugerente y sofisticado del hogar es el de la acetona  quitaesmaltes de uñas: yo lo encuentro muy oriental, pero del Oriente novelesco, refinado, cosmopolita, muy a lo Yakarta años 30, muy a lo Dragón Lady de Belver Yin, con esas largas uñas y esa calma perversa de quien puede pasarse toda una tarde en el tocador, entre los cosméticos y las fragancias, esperando que llegue la noche y sus hechizos para bajar como una boa ondulante y displicente al casino o al burdel. El limpiacristales es demasiado higiénico y algo dulzón para mis gustos. El limpiatapicerías y alfombras 'con Oxígeno Activo' ya es otra cosa, tiene otro punto más descarado, aunque no llega a la intensidad penetrante del Politus, 'especial para todas las superficies barnizadas'; si pulverizas en un paño un par de disparos de Politus, te lo llevas a la nariz y aspiras profundamente, por momentos resulta como un chute narcotizante del legendario cloroformo. O de la no menos legendaria trementina, en los estudios de los pintores. Y luego está uno de los platos fuertes y más ignorados, solo al alcance de los sibaritas y de los patanegra del haevy metal olfativo: la 'loción Cupex ZZ pelicudicida, que elimina piojos y liendres con una sola aplicación'. Este es en verdad la hostia: lo hueles un instante... y es toda una promesa (casi un anticipo) de la gran narcosis. Luego lees las indicaciones y lo primero que te dice el fabricante es que 'no conviene ingerirlo'. Yo creo que la recomendación está de más: parece evidente que si te bebes un chupito de loción Cupex  ZZ... su efecto puede ser semejante al de una botella de absenta, sorbito a sorbito, mientras sube y sube el colocón de peyote + elixir paregórico (ver William Worroughs). Y todo esto no sería más que el primer párrafo del preámbulo al prólogo de las mil páginas que vendrían después, para introducirnos en el laboratorio de nuestros paraísos artificiales de andar por casa.

4 comentarios:

  1. Jo, de verdad. Del tema más raro y con menos glamur eres capaz de sacar petroleo. Me alucinas tio. JMM

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  2. A mi hay veces que me pones nerviosa, aunque la mayoría tienes un puntito.

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  3. Muy bueno, Luis, muy bueno, y como el mércoles próximo trabajaré los olores, en el taller de escritura, lo leeré, con tu permiso. Ángel

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  4. Muchas gracias, Ángel. Ya me contarás.

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