jueves, 22 de noviembre de 2012

cosas que tengo por aquí

Sobre la mesa, entre los libros, en las estanterías, por aquí y por allá aparecen fotos, postales, tarjetas asociadas casi todas a exposiciones o museos visitados. Como este sereno bodegón de Chardin cuyo título describe su contenido: Naranja amarga, copa de plata, manzanas Api, pera y dos botellas. Más personal es esta bonita postal bostoniana que me envió un amigo en 1994 con un texto muy suyo: "Así es la primavera en Marlborough Street, pero cuando los primeros copos empiecen a caer, y la acera se cubra de nieve, será tiempo de ver cómo Montgomery Clift detiene su carruaje y, quitándose el sombrero de copa, llama en la casa de Miss Marpple, que aguarda temblorosa en su cámara." Aquí aparece una muy bella santa Cecilia prerrafaelista, de Burne-Jones, que reproduce un fragmento de vidriera de la catedral de Oxford. La compré a la salida, entre otras. Esta es una colección de 18 postales de Shanghi, 1902-1940, me la regaló una amiga a la vuelta de un viaje; son unas imágenes muy sugerentes que me recuerdan películas, libros, otras ciudades, Saigón, Marguerite Duras, Somerset Maugham... Aquí tenemos un elegante posado de un joven y atractivo W.H. Auden, con sombrero, pipa, estudiada indumentaria casual, las manos en los bolsillos del pantalón color claro; está hecha en 1928, cuando el poeta tenía apenas 21 años; su rostro nada tiene que ver con aquel Auden devastado, cuyo aspecto, según escribió él mismo, era el de "una tarta de bodas olvidada bajo la lluvia." Compré esa foto una mañana de verano en la National Portrait Gallery de Londres. La siesta, de Romero de Torres, es una estampa luminosa y sensorial que en nada se parece a sus cuadros más célebres; me recuerda la poesía del primer Juan Ramón. Nada que ver con el mundo de esa siesta voluptuosa, esta pesadilla de la serie de Max Ernst titulada La cour du dragon, donde una mujer de buen porte, con negras alas de ángel caído en algún pecado infame, se lleva las manos al rostro, en un gesto entre el arrepentimiento y la consternación; al lado está el bicho; tras la puerta entreabierta, alguien observa la escena. Debe ser que a los mirones nos gustan estas cosas. Claro que también tengo aquí el retrato que Rafael le hizo, 'hacia 1514', a il bello banquero florentino Bindo Altoviti. Nada en común con otros banqueros más actuales, es probable que más acaudalados, pero, sin duda, menos bellos. Pobres banqueros nuestros. (Continuará, uno de estos días)

No hay comentarios:

Publicar un comentario