martes, 25 de enero de 2011

a veces llegan cartas

Cada cierto tiempo aparece en nuestro buzón una carta del Ministerio de Trabajo, la Seguridad Social u otros entes públicos, a nombre de una señora que fue en su día propietaria del que es nuestro domicilio desde hace casi una década. Y siempre se nos plantea la misma duda: puesto que no tenemos su dirección ni teléfono ni modo de acceder o saber de ella, ¿qué hacemos con esas cartas? Y sobre todo, ¿en cuál de las seis casillas debemos "marcar con una X el motivo de su devolución"? A saber: 1. Desconocido. No sería del todo cierto; la conocimos en la notaría. 2. Rehusado. Es un poco fuerte ese indiferente desentendimiento, ¿no? Sería algo equiparable a aquella frase de una dureza mineral, cuando Don Juan Tenorio suplica in extremis el perdón al Comendador, puesto que de lo contrario se vería condenado al infierno. Y es entonces cuando el Comendador le responde: "¿Qué tengo yo, Don Juan, con tu salvación que ver?" 3. Ausente. Es obvio que sí, pero eso y nada... 4.Dirección incompleta. En absoluto; la dirección está perfecta y completa. 5. Marchó sin dejar señas. Hombre..., sí, claro; de lo contrario, no se plantearía la disquisición; y además, dicho de ese modo, parece que estuviéramos hablando de alguien que se hubiera dado a la fuga en un momento de descuido, y no es el caso. 6. Otras incidencias. Cómo no. Es el truco y a la vez el reconocimiento del fracaso de toda (mala) taxonomía. Pero el problema sigue ahí: ¿dónde poner la X? A veces en la vida nos ocurre otro tanto: no sabemos bien a qué carta quedarnos ni qué hacer con la X. Porque la X puede ser y querer decir tantas cosas... Es un enigma.

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