viernes, 7 de enero de 2011

tras la orgía

Tanto polvorón, tanto langostino, tanto lechazo, tanto ribera, tanto pavo relleno, tanto turrón, tanto roscón de reyes, tanto brindis... que los postres de las comidas se juntan con las meriendas, y estas con los aperitivos de las cenas, y así un día y otro y otro. Y todo ello en tal abundancia que ahora necesitamos una temporada a dieta, a base de verduras hervidas y omeprazol. Pero a dichos excesos hay que añadir otros no menores: tanta familia, tanta alegría, tantos mensajes, tantos regalos, tantos deseos, tantos abrazos que, tras semejante derroche de emociones, nos vemos obligados a someternos a una drástica restricción sentimental, a una carencia casi absoluta de calorías emocionales, hasta alcanzar el grado cero en emanaciones de esa naturaleza. En fin, que somos muy excesivos en esta tierra (no sé si también en Singapur), y tenemos por costumbre entregarnos a auténticas bacanales, tanto en lo tocante al cuerpo como en lo que afecta al espíritu. Pero ya se sabe que no hay fiesta que cien años dure, y ahora toca penitencia, ascética y reparación. El colesterol y los triglicéridos, esos pecados nuestros, nos lo exigen ya mismo. (A propósito de este blog: me aseguran unos y otros que resulta muy complicado dejar algo escrito en él. Trataré de ver el modo, si lo hay, de facilitar la publicación de comentarios).      

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