martes, 11 de enero de 2011

de la felicidad

Existe al parecer un viejo probervio (chino, como casi todos los viejos probervios) que habla de la felicidad en estos términos: "si quieres ser feliz por un día, emborráchate; si quieres serlo durante un mes, mata un cerdo; si pretendes vivir feliz a a lo largo de un año, cásate; si aspiras a que la felicidad te dure toda la vida, sé jardinero." Aparte de la irónía implícita, no parece que esa manera de ver sea ningún desatino. Se entiende por "jardinero" el rodearse de cosas bellas (no necesariamente costosas) y poner en ellas cuidado, atención, dedicación, tiempo. Esa jardinería, ya sea de flores, de actitudes, de objetos, de palabras, es toda una declaración de amor a ciertas cosas (calma, paciencia, delicadeza, silencio, maduración, espera) y de renuncia a otras. Parafraseando la ya vieja canción, vivimos Malos Tiempos para la Jardinería. Pero es verdad que cada una de esas felicidades tiene su momento y sus justas dosis. Se empieza deseando la felicidad las 24 horas. Luego, sin renunciar al día a día, se instala uno por un tiempo en ese gozoso bienestar. Más adelante, se remansan los ánimos y se aspira al paraíso que habita en la sonrisa florecida, en la caricia demorada, en la curva de la felicidad que dibuja una cadera, un empeine, un párpado. Y a partir de un cierto momento, la belleza conduce a la paz; la paz se aleja de la prisa; la prisa es contraria a los otoños y a los jardines; los jardines nos llevan a la sabiduría... Desde luego, cuando me pongo oriental, me pongo muy oriental, muy antiguo chino. Y dicho esto, tampoco estaría mal cambiar los argumentarios, los claims, los cuerpos de texto... por medias frases que dentro de medio siglo nos hagan (les hagan) medianamente más felices. No niego que me encantaría dedicar media jornada laboral a recolectar viejos probervios chinos (se produzcan estos donde se produzcan), pero sé que a menudo, dadas mis inclinaciones, esos supuestos probervios, más que de China iban a parecer de... Chinatown. Por ejemplo, quién sabría decir de dónde procede este  probervio inequívocacamente chino: "Siempre se ve más claro... un poco antes de anochecer."                      

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