lunes, 10 de enero de 2011

marketing olfativo

Este inicio de 2011 lo recordaremos por los bares y restaurantes sin humo. Es curioso, ahora en los cafés, en las cafeterías, huele a café. Y se ve todo más nítido. Al parecer, eso no le gusta a todo el mundo. Pero es normal: estamos en España. "De qué se habla, que me opongo", solía decir Unamuno al llegar a la tertulia del café. Además, aquí los avances en general y las buenas noticias de todo tipo siempre encuentran un ruidoso sector de detractores irreductibles. Aparte de eso, la cosa tiene su aquel. Hace poco leí que va a comercializarse un ambientador con olor a tabaco, pensado para los bares que quieran dar gusto a los nostálgicos del humo. No es mala idea. El llamado "marketing olfativo" (ya se está utilizando en algunos centros pioneros) tiene porvenir. Sabemos que en el olfato reside la memoria involuntaria (Proust), y que un olor, una fragancia, se recuerda en mucha mayor medida que un texto, una imagen, incluso que un sonido. Parece razonable pensar que si una marca consigue ser asociada a una determinada fragancia... eso sería un gran avance para ella. ¿A qué olerían, pongamos por caso, el BBVA, Zara, Vodafone, Ikea, El Corte Inglés? A mí me gustaría una marca, una tienda, que oliese a una mezcla de cuero, coñac y tabaco de pipa. Pero sin humos. Aunque siempre me quedará la nostalgia por aquellos fumaderos de opio en Shanghái hacia 1930. Puro cine. Pura literatura.             

1 comentario:

  1. Ayer comentaba Buenafuente que en esta sociedad sin humo de los bares del 2011 se recuperan olores de antaño: la fritanga, camarero rancio... vamos, que a veces es mejor que huela a tabaco, que lo enmascara todo :)

    En cuanto a las marcas: ¿no es mejor que a cada uno nos huela a alguna cosa, pero no a lo mismo? ¿no te parece que ya hay suficiente "cultura" corporativa?

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