Lo explicó muy hábilmente Woody Allen en Match Point: la bola está suspendida una décima de segundo sobre la red; durante un instante todo es posible, ganar y perder, el tormento y el éxtasis, la felicidad y el desconsuelo, el yin y el yang, el OK y el KO. Y todo, como quien dice, a cara o cruz. No debería ser así, pero lo es muchas veces. Demasiadas. ¿Qué hacer cuando la bola está suspendida o "congelada" sobre alguna de las distintas redes que nos pone la vida, el amor, el trabajo...? Sabemos que los dioses se divierten jugando con el destino de los hombres. A ese juego lo llaman azar. No siempre es así, pero a veces la cosa más remota o insignificante (un vaso que se rompe y deja una conversación interrumpida) cambia por completo el curso de los acontecimientos. Y según en qué momento de la conversación se produzca el imprevisto, el vaso que se rompe o el teléfono que suena (acaso por error)... pues así será que los dioses nos sean generosos o mezquinos. Aunque sabemos que suelen ser caprichosos, arbitrarios y a menudo crueles. Pero no queda más remedio que jugar cada partida. Y además, los dioses con frecuencia están muy borrachos y no se enteran de la que tenemos aquí montada. ¡Suerte a los que vayan a saltar ahora a la pista para lanzar la primera bola... más allá de la red!
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