lunes, 29 de noviembre de 2010

mira por dónde

No hace ni media hora estaba de tan mal humor que había decidido darle el día libre a este diario "por motivos personales", o "por asuntos propios" o cualquier fórmula al uso (claro que ninguna tan definitiva como la de aquella funeraria madrileña que, tal como recogió la foto de un periódico de la capital, amaneció con el rótulo inapelable de "Cerrado por defunción"). Pero, mira por dónde, casi sin darme cuenta se me ha ido la mirada por la ventana y se ha quedado como suspendida, desenfocada, no sé si flotando o fluctuando entre los copos de nieve que caen despacio, del otro lado del cristal. Dicho de otro modo, me he quedado literalmente en blanco. En ninguna parte. Ajeno a todo. Desaparecido de mí mismo. Como bajo el efecto de una anestesia indolora, inodora e insípida. ¿Cuánto tiempo he permanecido así, fuera del tiempo? ¿Un minuto, tres, cinco... quince segundos? Quién sabe. Lo cierto es que que cuando la mirada ha regresado, y yo he vuelto en mí, el mal humor había sido... no diré que sepultado como un alpinista bajo la nieve, pero sí muy erosionado en sus aristas, desdibujado, desmalhumorado en gran medida, sin fuerzas para seguir adelante y joderme la tarde. Debería nevar más a menudo en Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario