viernes, 19 de noviembre de 2010

el arte en persona

Es un personaje de otra época, de un mundo que ha desaparecido, o que se ha transformado en otra cosa. Por aquellos primeros años 70, regentaba una barra americana de medio pelo y era toda una leyenda como juerguista y como novillero con duende en los ambientes taurinos de Valladolid. Pero estaba tan ocupado con la mala vida que apenas toreaba de cuando en cuando en alguna plaza de pueblo. Eso sí, como tuviera una buena tarde de inspiración -cuentan- acababa con el cuadro. Un Rafael de Paula castellano. Sin embargo, los años pasaban y él seguía de eterno novillero intermitente. Los aficionados y amigos le apremiaban: "¡Pero cuándo vas a tomar la alternativa, Manolo!" Y tanto insistieron que se hizo una foto "artística" para un cartel promocional en el que puso, junto a su nombre, la legendaria frase: El arte no admite prisas. Pasaron los años y un buen día, cuando ya nadie lo esperaba, corrió la noticia de barra en barra de que Manolo Sánchez se iba a vestir de luces en la Plaza de Toros de Valladolid. Esta vez el maestro se anunció con un cartel que decía: Al arte le llegó su hora. En el mundo de la comunicación publicitaria no se ha conocido nada semejante. Y tardará mucho en nacer, si es que nace, alguien capaz de decir las cosas con tal soberanía y laconismo. A San Juan de la Cruz le bastaron unos pocos poemas para alcanzar las más altas cumbres. Con solo esas dos frases, Manolo Sánchez alcanzó la gloria. Y punto.

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