jueves, 26 de mayo de 2011

mano izquierda

La separación de poderes apuntada en el post de ayer -gmail vs hotmail- tiene su continuidad en otros terrenos. Dejando ahora aparte los dos hemisferios del cerebro, las dualidades se dan en todos los órdenes de la vida. Yo mismo lo compruebo a diario en las cuestiones más cotidianas. Por ejemplo, en mis manos. En apariencia son normales: ni de pianista austrohúngaro ni de estibador en el puerto de Bremen. Sin embargo tienen personalidades casi antagónicas. Mi diestra (como mi cuenta de gmail) está hecha para la actividad, el compromiso, las intervenciones; con la misma determinación firma un manifiesto, se ofrece generosa, empuña un martillo o se afianza en la plancha ante una pila de camisas, los domingos por la tarde. La otra, la sinistra mano, es todo lo conrario. Está genéticamente inhabilitada para cualquier tipo de esfuerzo. Es como aquellos nobles a los que su pureza de sangre los hacía incompatibles con el trabajo físico, tan humillante. Ahora bien, mi mano izquierda se distingue por una elegancia natural que nunca conseguirá la derecha. Y como no está gastada por el esfuerzo, posee esa delicadeza, esa sensibilidad tan adecuada para dibujar una caricia, o para repasar con la yema de un dedo la curva de un párpado... Para ese tipo de dulzuras, es única. Y puesto que está exenta de casi todo, y no tiene que rendir cuentas de rentabilidades, ella se recrea en sutilezas intangibles. Eso sí, percibe como nadie la vibración de las cuerdas de un violín, o el tacto de la seda, o el temblor que deja en la rama el pájaro al levantar el vuelo. Mientras tanto, la diestra está muy ocupada en sus labores: sacar los platos del lavavajillas, aferrarse y tirar del carro de la compra en AhorraMás, pulsar play, enviar correos en gmail... En fin, que mientras una trabaja, la otra se divierte. Pero, claro, ésta es la visión de un diestro. ¿Cómo serán las cosas en el mundo de los zurdos? Me niego a entrar ahora en el campo de los ambidiestros; prefiero evocar la dulcedumbre en la diestra de alguna mujer zurda.

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