miércoles, 27 de octubre de 2010

justicia poética

"A pesar del otoño, creceremos", decía una canción del cubano Amaury Pérez. Por cierto, ¿qué habrá sido de él? Compuso no menos de media docena de canciones bellísimas que yo a veces tarareo en el coche, o volviendo a casa por la vereda, tras unos vinos de jueves: "Aurora y Magdalena se querían / como quiere a las lágrimas la pena, / oh, benditos, los bardos que pedían / auroras para cada magdalena." Sí, quiero creer que, a pesar de todos los pesares, el otoño (este otoño de asombrosas matinadas y atardeceres dignos del Museo del Prado) se va a poner de nuestra parte y conseguir, por una vez, eso que llaman "justicia poética". Vale, lo admito, hoy estoy deliberadamente platónico; quiero decir: me la juego y apuesto 50 de los grandes a favor del  jogo bonito brasilero, de las bellas artes plásticas, de Zidanne frente a Materazzi, de las cosas... como deberían ser. ¡Qué demonios, ya puestos a apostar, apostemos por las causas alegres y hermosas de este mundo! ¿Y si vienen mal dadas? Entonces, más que nunca: elegancia, dignidad, estilo... y un puntito (sólo uno) de arrogancia y desdén frente a la vulgaridad.  En otras palabras: la cosa está jodida, pero, o levantamos la cabeza y plantamos cara al bicho... o viajamos a Shangai 1930 y nos metemos / tumbamos en un fumadero de opio. Y la verdad es que introducirse en Shangai, cerrar los ojos y aspirar las fumarolas del ensueño... apetece, a qué negarlo. Pero la otra opción, jugar bonito y ganar contra pronóstico... es demasiado excitante.

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