lunes, 18 de julio de 2011

tardes de domingo

¿Hay algo más deprimente que un domingo por la tarde? Pues, sí, aunque parezca imposible, lo hay: una tarde de domingo sin Carrusel Deportivo. Ramón Gómez de la Serna decía que la tarde de los domingos envejecemos para el resto de la semana. Qué gran verdad. Y qué gran Ramón. Yo estoy convencido de que la mayoría de las decisiones más desoladoras, negativas, desesperanzadas... se fraguan en domingos por la tarde. No hay ningún otro día de la semana que esté tan partido en dos como el domingo: sus mañanas son luminosas, festivas, llenas de optimismo; admiten maravillosamente bien las flores en el búcaro, los desayunos demorados, los conciertos barrocos de Scarlatti o Pergolesi; y eso por no hablar de su idoneidad para el vermut y las gambas a la gabardina, a la una y media o dos menos cuarrto. Ahora bien, a partir de las cinco en punto de la tarde todo se ensombrece (el alma se ensombrece) y adquiere un sesgo de amargor y desgana que nos lleva a una especie de asqueamiento infinito, el cual alcanza su ápice entre las siete y las ocho. Llegado ese momento, sólo caben tres opciones. A saber: encender la plancha y plancharse uno de un tirón docena y media de camisas; montar una chocolatada con picatostes que tiemble el misterio; ir al cine. Y poco más se puede hacer para salvarse de la quema entre las cinco de la tarde y las once dela noche. Seis horas de terror. Por eso se creó el Carrusel Deportivo: para suavizar en lo posible los efectos devastadores de esas seis horas de escalofrío. Y no es preciso tener la radio a todo volumen todo el tiempo, a fin de ensordecernos y no sentir las llamadas de la náusea sartreana, la fría piel de sapo, el absurdo del vivir tardodominical. No. Se puede tener el Carrusel como música de fondo, igual que la musiquilla de los niños de San Ildefonso durante el sorteo de la Lotería del 22 de diciembre. De pronto sale un 2º premio que alborota el patio y atrae nuestra atención. O hay gol en Zorrilla al filo del descanso, y eso hace alimentar ciertas esperanzas. No todo está perdido. Llegamos a las 23.00 pidiendo la hora, con la lengua fuera y el alma hecha unos zorros. Pero llegamos. Una vez más, nos salva la campana de las señales horarias: pi-pi-pi-pi-piiiii. Chuchuchúrum - Chuchuchúrum - Chuchurchuru-chuchuchún. "Son las once de la noche, las diez en Canarias. Aquí comienza... Hora 25." Estamos salvados. Mañana será otro día. Bendito lunes.

3 comentarios:

  1. Querido Luis, siento en esta ocasión no estar contigo, no me gusta el fútbol y este domingo no me deprime, estoy de vacaciones y me da igual que sea domingo que lunes que martes..... es lo que tienen las vacaciones y los gustos. Besos
    C. Rondero

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  2. Luis, me encanta esta entrada. Me recuerda a una parte de una que escribí yo hace tiempo...

    http://laatemporalidaddeltiempoperdido.blogspot.com/2010/12/domingo-sunday-sonntag-nedele-sndag.html

    Creo que seré lector asiduo de tu blog.

    Un gran descubrimiento de nuestras Tardes de Arte riosecanas.

    Un abrazo,

    David

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  3. Muchas Gracias, David. Y bienvenido. Sírvete tú mismo; estás en tu casa. Leeré ese post que citas.

    Otro para ti.

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