lunes, 4 de julio de 2011

solo silencio

Cuando alguien nos regala un libro que nos llega al corazón, la persona que nos lo ha regalado se convierte en cierto modo en coautora de la obra. Estoy leyendo una novela que no dudo en calificar de emocionante, de conmovedora: La historia del amor, de Nicole Krauss (Nueva York, 1974). Era improbable que ese libro hubiese llegado a mis manos, a no ser que un ángel lo dejara sobre mi mesilla en un descuido (cosa que nunca puede uno descartar), y sin embargo... llevo disfrutadas 150 maravillosas páginas. Anoche leí un fragmento muy hermoso donde se habla del silencio, de los distintos tipos de silencio, un tema que además de apasionarme lo voy a tener muy presente hoy, mañana, pasado..., las próximas semanas. Y eso me lleva a pulsar las teclas con más cuidado, tal que entre susurros, para decir algo en relación con los silencios de esta casa. El primer silencio del primer día de soledad parece estruendoso, como el que sobreviene tras una detonación; aunque engaña: más que silencio es ausencia de voces, de ruidos, de puertas que se cierran, actividad, programas de televisión... Es un primer paso, de acuerdo, pero poco tiene que ver con el silencio fruto de silencios acumulados, condensados, decantados. Sucede como con el primer día de calor: no se nota en la casa; ahora bien, una semana de calor después, empiezan a acusarse los efectos. Con los silencios pasa otro tanto. Para el buen catador no es difícil distinguir entre un silencio cosechero y uno joven, un crianza, un  reserva, un gran reserva, un silencio reverencial... Siguiendo por ahí, hay silencios con D.O. muy acreditada y otros que, por lo que sea, no imponen el mismo respeto. Existe un silencio fresco, así como recién hecho, que da gusto aspirar de buena mañana; y es éste un silencio que parece invitar a que alguna golondrina entre por una ventana y salga por otra sin tocar ni manchar nada ni apenas rozar el aire. Luego va tomando cuerpo el silencio quieto del mediodía, donde diríase que todo está listo para escuchar de memoria (sin sonido) un lied de Schubert, por ejemplo, o una pausa muy serena entre dos notas, o algo en blanco no escuchado aún. A medida que avanza la tarde, se adensa la penumbra y se acrecienta el silencio. Y hay un instante entre dos luces, entre dos sombras, en que hasta lo más inverosímil parace que pudiera suceder... Qué sé yo, que el arcángel san Gabriel apareciese de pronto (sin ánimo de susto) y desapareciera de igual modo, acaso tras dejar, como al descuido, un libro en mi mesilla de noche. ¿Por qué no? Pasan cosas tan raras en la vida...

1 comentario:

  1. Genial Luis, valiosísimos los silencios, a mí me apasionan, por decir algo… añadiría los silencios interpersonales, interpretar el lenguaje no verbal que muestran nuestras caras, sonrisas, gestos, miradas, lágrimas, encantos y desencantos… que si pusiéramos palabras perderían su misterio, su valor y probablemente hay silencios para los que no se han inventado las palabras, todas se quedarían cortas, pálidas?.
    Que bueno tu ángel.
    C. Rondero

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