martes, 26 de julio de 2011

superfluo

Por algún motivo que desconozco, me gustan las cosas del todo innecesarias. No lo puedo negar, me hace gracia lo redomadamente superfluo, lo que no tiene ninguna función práctica ni estratégica, lo que está de más. De puro injustificado, le veo a eso un un punto entrañable casi conmovedor. Entiendo que es una pequeña perversión mía que no va más allá de las veniales manías sin consecuencias. O de las pequeñas mentiras sin importancia. Por ejemplo, un gesto extravagante que de nada sirve, un desafío inútil y además anacrónico... pues como que me dan ganas de invitarle a una copa al propietario. Y siguiendo por ahí, ¿qué hacer con esos regalos bienintencionados, a menudo costosos, para los que no encontramos acomodo ni con la mejor voluntad del mundo? Es penoso su destino de objeto sin lugar de acogida, de triste judío herrante por la casa, expulsado, perseguido, refugiado en lo alto del armario, bajo la cama, en el gueto del trastero... Claro que también hay regalos imposibles que gozan de un inmerecido lugar de privilegio, como aquellos príncipes rusos, años 20, en su exilio dorado en la Côte d'Azur. O en Marienbad (recomendable siempre una visita a la Elegía de Marienbad, de Goethe). Podría traer aquí ejemplos muy ilustrativos, algunos marcos de plata, etc -preservando siempre la autoría intelectual del crimen, claro está-, pero no voy a hacerlo. Lo que sí voy a contar es algo que, aunque remotamente, tiene alguna relación con este post. A saber: suena el teléfono en el silencio dulce de la media tarde y surge una voz de arcángel que con sólo pronunciar mi nombre promete llevarme al paraíso: "¿Don Luiiiiis?" "Oui, Lulú c'est moi!", respondo. Desconcierto y titubeo del otro lado, seguido de risas nerviosas. "Ja, ja. ¡Qué buen humor, don Luis!" Silencio por mi parte. "¡Don Luis? ¿Sigue ahíii?" "Sí, claro, ¿dónde si no?" Varias risas y coqueteos después, la voz de arcángel me cuenta que, por ser yo quien soy, su banco me ofrece un crédito (que yo no he pedido, ojo) en unas condicones realmente ini-magi-nables, así como unos productos financieros para tiempos revueltos... de lo más tentadores. Y entre su prosodia de ensueño, su TAE de película, el erotismo que emanan sus condiciones financieras, así como lo excitante que suena en su voz la "prima de riesgo" y otros conceptos no menos afrodisíacos, pues resulta que, por seguir oyendo esa voz de miel con sus ondulaciones paradisíacas, le digo que sí a todo, calculando yo, miserablemente, que tiempo habrá, llegado el caso, para volverme atrás. Fue una experiencia tan embriagadora que a día de hoy, una semana después, no sé con certeza si mi conversación con el arcángel fue o no grabada, ni si he firmado con la voz un "sí, quiero" que me pueda traer compromisos no deseados. Yo confío en que todo quede en nada, en una broma, una telefónica cana al aire sin consecuencias. Claro que, como no sea así... voy listo.

1 comentario:

  1. No se quien corre más peligro, si tu de Rodríguez, o José Tomás en su vuelta...

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