lunes, 10 de diciembre de 2012

desigual

En otras circunstancias yo entraría aquí de lleno a comentar alegremente la campaña publicitaria de Desigual; incluso participaría con gusto en la polémica y tomaría partido en ella. ¿Es provocadora o simplemente machista, como dicen algunos?, ¿refrescante o evasiva?, ¿frívola o desafiante?, ¿mira hacia otro lado o es una saludable bocanada de aire fresco? A mí esos tres spots me hubieran alegrado, incluso 'divertido', hace no mucho tiempo. "¿Tienes un plan? Desigual. La vida es chula". Perfecto. Desenfadado. Casi que encantador. Eso sí, tiene un pequeño handicap: la realidad. El problema, creo yo, no es la campaña en sí misma sino el momento en que aparece y el país donde se ve. Viene al caso aquella anécdota tan brillante: tras el sonoro escándalo que desató el estrenó de Salomé, el autor fue preguntado por un reportero irónico, a la salida del teatro: "Mr. Wilde, ¿cómo valora el estreno de su obra?" La respuesta fue digna de un príncipe, de un dandy: "La obra, un éxito; el público, un fracaso".  Bueno, pues, salvando las distancias siderales, creo que esa campaña tan simpática, tan díver, no aparece en el momento más adecuado. Y no es la única, por cierto: a otras les ocurre lo mismo. La atmósfera que respiramos, el ecosistema en que nos movemos, condicionan la recepción de los mensajes publicitarios. Me explico: de igual modo que crecen cada día las cifras del paro, los escándalos políticos o financieros, las fabulosas fortunas, las evasiones y el fraude fiscal, las desgracias, etc, a la vez que eso sucede, digo, se ha ido generalizando una indisposición a dar por buenas algunas cosas leves que hasta hace poco nos hacían gracia, o al menos cierta gracia. Por supuesto que sigue habiendo un público encantado de recibir ese tipo de mensajes (yo mismo tengo no pocos momentos en los que el cuerpo me pide perder la cabeza y escapar, volar, quemar las naves...), pero compruebo que día a día se va reduciendo el número de simpatizantes de las encantadoras causas divertidas. Lástima. ¡Con lo bien que podríamos pasarlo! Bastaría con repartir beneficios, y con ir pagando las deudas en función de la capacidad de cada uno: tanto ganas, tanto aportas. Estoy simplificando, lo sé, pero una canción dura tres o cinco minutos, y un amor se extiende durante una noche o una semana, o se acerca a los noventa y nueve años. Tengo cincuenta y siete recién cumplidos, y esa es una buena razón para aspirar a casi cien de amor y de alegría, antes de que llegue el Alzheimer o la desgana de vivir. ¿Por dónde iba? Con la cantidad de cosas que hay por disfrutar, libros por leer, películas pendientes, pasadizos que llevan del otoño al invierno, y del invierno a la playa... ¿se puede renunciar a algo, a alguien, a una mirada o un modo de reír? Bueno, pues, llegado el caso, si a pesar de los pesares alguien decidiera escaparse a Tailandia (a vivir un trío, por ejemplo) o al mundo asimétrico de la Desigualdad, pues yo tampoco me pondría grave ni demasiado exigente ni muy severo.  El primer anuncio de Desigual en televisión | Desigual Blog: Atypical since 1984

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